A lo largo de este curso nos hemos ido encontrando con una serie de tendencias o caminos marcados por la crítica que, si bien parten de la misma problemática asociada a la región, Latinoamérica parece que es como ese jardín de senderos que se bifurcan.
Hemos visto que todo proyecto crítico engloba inseparablemente un proyecto político y, aunque parece que todos los autores coinciden en su posición ideológica, sus propuestas no son tan similares.
Antes de este curso, mi acercamiento a la región había sido únicamente filológico: la historia de la literatura, con sus textos canónicos. Y tampoco muy en profundidad para haber sido mi «especialización intracurricular» (lo que básicamente quiere decir que cursé 24 créditos ó 4 asignaturas en esa área). Por ello, mis antecedentes pertenecen a un campo contiguo pero ajeno, o más bien inserto en uno más amplio pues para dedicarse a buscar lo silenciado se tiene que conocer lo nombrado… (¿base necesaria de la que se parte para desplazar el estudio?) Y es que precisamente, esta es la constante que he encontrado a lo largo de los textos leídos durante el semestre: desde «Nuestra América» parece haber una intención de desplazar el centro de la cultura (o la identidad cultural). Martí quería incluir a los oprimidos o silenciados; Rodó quería educarlos para que siguieran oprimidos o conducidos por la elite; Retamar quería, en cambio, dar la vuelta a la tortilla y que todos los silenciados hablaran y lucharan para que no hubiera más opresión; Ortiz los estudiaba como efectos de los modos de producción capitalista, como productos transculturados… Rama abogaba porque los transculturadores hablaran por los oprimidos, pero Cornejo Polar decía que no hablaban porque decidieron no hacerlo. Canclini los incluía dentro del discurso capitalista y Barbero proponía que de alguna manera resistían en los márgenes. Richard y los estudios subalternos pensaban, como Benjamin, que tenían una historia discontinua y que, de alguna manera, se podían estudiar, rescatar, sacar de los márgenes (aunque paradójicamente).
La elite se desplaza, los senderos se bifurcan pero, ¿será posible habitar algún día un espacio sin elites?